Carlos Merino
La Magistrada de la Cámara de Menores, Doris Luz Rivas Galindo, analiza la situación del sistema carcelario en el país, el cual solamente puede ser sobrellevado en la medida el sistema cumpla la función de espacio rehabilitador en lugar del hacinamiento que impera por el momento.
¿Cómo ve Usted el Sistema Carcelario en el país?
Bien, yo creo que el sistema carcelario a nivel de la región de América Latina y El Salvador, en particular, está presentando una serie de dificultades que yo me atrevería a decir que en El Salvador prácticamente ha colapsado por la sobre población que hay en los mismos, y, además, por las condiciones de la prisión. Al final, no se cumplen los fines de rehabilitación, los fines de reinserción o de reeducación. Las prisiones se han convertido en lugares de hacinamiento y en un momento determinado puede haber problemas mucho más serios de los que ha habido hasta hace dos, tres semanas, con los jóvenes que fallecieron en el Centro Intermedio en Ilobasco.
Con base a en eso a esa situación que se dio en Ilobasco, ¿cuál sería una recomendación puntual que le pudiera dar, no sólo a Centros Penales, sino que también a los diputados de la Asamblea de cara a las leyes que tenemos?
En primer lugar me parece que desde el momento que se está incrementando las penas era de esperar que la población carcelaria iba a incrementarse y, desde esa perspectiva también debe de tomarse en cuenta que si se está privilegiando la cárcel como alternativa el Estado debe de estar consciente que debe generar las condiciones mínimas de dignidad.
Entonces, me parece que todos los actores de la sociedad del sistema deberíamos hacer un hasta aquí, una reflexión sobre los beneficios y la utilidad que ha presentado la prisión, y luego buscar las soluciones entre ellas, como la subutilización que debería de ser de manera excepcional y por menor tiempo posible.
Y que en caso que se utilice la prisión debe de ofrecerse condiciones de seguridad, de sanidad, de alimentación en todo el amplio sentido de la palabra para las personas privadas de libertad.
Me parece que hay que diseñar toda una estrategia de intervención con esta gente.
Nos hemos apartado del cumplimiento de los fines, que es la rehabilitación o reinserción. ¿Adónde lo reinsertamos? ¿Al cementerio?
Entonces, me parece que las cárceles no pueden estar cumpliendo ese objetivo y habría que hacer toda una serie de discusión para buscar las posibles soluciones que sean coherentes con el Derecho Internacional, con la Constitución de la República y con los fines que se deben de cumplir en la sociedad salvadoreña para que la cárcel pueda representar realmente, y no sólo como mecanismo de presión para que la gente esté encerrada, si no como una alternativa para que éstos puedan también ser rehabilitados y no regresen al sistema cuando deban de salir de las prisiones.
¿Cuáles son los mecanismo que se deben evitar para que estar personas lleguen a la cárcel y cómo evitar que los jóvenes delinquen?
En esto hemos insistido por meses, por años, en la importancia de la política de prevención de criminalidad; desmitificar la percepción que se tiene de los jóvenes, de que son los jóvenes, los adolescentes, los responsables del incremento de violencia y de criminalidad en este país.
Las cifras lo dicen. No es cierto. Que hay problemas, hay que reconocerlo. Pero igual no es que sean los jóvenes o los menores de edad los culpables de todo este tipo de situaciones. Me parece que hay que apostarle a la población joven. Hay que diseñar políticas de tratamiento y de prevención para que ellos puedan desarrollarse como seres humanos, y puedan realizarse como personas de acuerdo a esa etapa de su vida.
Y el buen diseño de una política criminal de prevención de la delincuencia, traducida por la vía de políticas sociales puede ser la mejor medicina para ir disminuyendo la violencia. Entonces, me parece que en eso pueden pesarse en esos mecanismos.
Por otra parte, es obvio que siempre van a venir jóvenes en conflicto con la Ley. Para ello se debe buscar la prisión de manera excepcional, cuando sea necesario nada más y también por el menor tiempo posible, que estos son como de los presupuestos que mantiene los tratados internacionales y de igual manera La Ley Penal Juvenil.
Y, por otra parte, me parece que la Asamblea Legislativa debería de reconsiderar en cuanto que hay que reorientar la Política Criminal y de ser necesario disminuir, en el caso de los adolescentes, el incremento de la pena que se había hecho a 15 años porque nos vamos a encontrar en un momento determinado con jóvenes hasta de 30 años en las prisiones. Me parece y ya está demostrado, que no es el mayor tiempo que la gente esté en la cárcel lo que va a permitir su reinserción.
¿Y usted como catedrática de la Universidad de El Salvador ha tenido muchas experiencias y una que comentó hace unas semanas, de cara al problema que ocurrió en Ilobasco? Recuerdo que un colega le comentó que él estaba contento con lo que había ocurrido en Ilobasco, ¿Qué piensa?
Mire, yo creo que no solamente fue una persona, sino que miles de personas que han expresado su opinión respecto a que eso se lo merecían, porque creían que allí estaban los que habían cometido el crimen del microbús que le dieron fuego precisamente en Mejicanos y gente que pensó que allí estaba Jonathan D., del caso emblemático de La Prensa Gráfica.
Lo que he externado es una preocupación. Es comprensible que la gente lo vea así porque tenemos una sociedad sumamente fragmentada y una sociedad golpeada por la criminalidad, por la violencia, por la situación económica, por tantos factores, pero me preocupa, pues, la vida es la vida y no podemos estarnos alegrando por la muerte de la gente, sea quien sea, sea el delito que se haya cometido en este caso.
Y es lo que más preocupa porque hay un sentimiento de venganza en lugar de pacificación o de promover, digamos, otras formas de convivencia que es lo que esta sociedad requiere.
Yo digo que este tipo de situaciones no se deben de provocar y promover, porque si no estaríamos como aceptando que aquí lo que necesitamos es “ojo por ojo, diente por diente”. No podemos regresar a esos tiempos. En una sociedad civilizada deberíamos de promover otro tipos de sentimientos, otro tipo de respeto por el ser humano y dejar un poco a un lado; pero eso es un problema cultural, un problema que tiene que ver también con las políticas que el Estado pueda estar implementando, para que los ciudadanos también aprendamos a ver las cosas de una manera diferente, y poder ser partícipe de la solución.
Necesitamos una cultura o promover una cultura de desarrollar nuevas formas de convivencia, no de violencia; y eso es violencia, tener esa reacción, que es lo que a mí me llamaba poderosamente la atención; aunque es comprensible que el ciudadano común, que es que cotidianamente está siendo víctima de ataques de violencia o testigo, presencia este tipo de actos. Es comprensible; pero alguien que está luchando, que está en proceso de formación en educación, nuevas generaciones de profesionales no podemos como ser tan irresponsables y promover este tipo de sentimientos.
Una cosa es lo que pueda sentir, pero otra cosa es externarlo y creo que eso es lo más preocupante, porque yo lo he dicho.
Acá nos dolió más que se haya muerto la Manyula, que estas personas. Claro, me van a decir la Manyula no nos hacía daño, lejos de eso nos recreaba y todo ese tipo de cosas; pero es como nosotros debemos de privilegiar al ser humano. El Constituyente del 83 lo establece en el artículo 1 de la Constitución que El Salvador, que dice, “reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la utilidad del Estado”, implica que hay una norma “pro-hominis”.
Entonces, toda la actividad del Estado debe estar orientada hacia el ser el humano, y seres humanos son los buenos, los malos que estamos en este país. Me parece necesario que no perdamos la parte sensible, la parte de valores, sistema de valores que podamos tener, y visto valores en sentido positivo y no desvalores que nos pueda alegrar la violencia, que nos pueda alegrar la muerte de quien sea y venga de donde venga no se justifica.
Estamos evidentemente en una sociedad violenta ¿qué recomendación le diera al salvadoreño estándar, al ciudadano común y corriente para que ya no tenga ese sentimiento de violencia o de venganza que tiene en su mente?
Como Magistrada yo les diría que la Ley, ni mucho menos el Derecho Penal, no es el instrumento más feliz para resolver el problema de violencia. El Derecho Penal no va a resolver el problema de violencia, porque es violento y quiérase o no provoca más violencia.
Y como ciudadana, como persona seamos constructores de paz, desde donde vivimos con nuestros vecinos, donde trabajamos; en la calle, ¿verdad? Podamos ser constructores de paz y nos apropiemos, entre todos, de una cultura de no violencia. Entiéndase violencia todas sus manifestaciones, porque a veces creemos que violencia es el golpe físico.
La violencia tiene que ver en todas sus expresiones psicológicas, verbal, de cualquier manera; entonces me parece que podemos todos, todos tenemos esa capacidad como salvadoreños de poder ser mensajeros y constructores de una actitud de no violencia. A veces, ante una agresión reaccionamos de manera igual o peor, porque no nos dejamos.
Pero me parece que no se trata de “déjese matar”. No. Se trata que desde la primera infancia, a nuestros niños podamos heredarles una sociedad de no violencia. Una sociedad con una cultura mucho más pacífica y con nuevas formas de convivencia, donde le digamos “no al maltrato infantil”, “no a la agresión verbal”, “no al maltrato físico”, “no a la iniquidades” que existen entre la población. Esas desventajas en las que muchas de las poblaciones viven hay que trabajar de cara a ellos para que también tengan ciertas ventajas como las tienen otros. Si construimos una sociedad llena de tanta iniquidad realmente, creo que va a ser difícil; sin embargo, creo que como ciudadanos todos podemos ser portavoz y constructores de una cultura de no violencia.
FIN
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